El Banco de España custodia en una cámara a 35 metros de profundidad parte de los 23.000 lingotes de las reservas nacionales de oro. Nadie en sus 83 años ha intentado asaltar el ‘búnker’, cuya antesala se inundaría ante cualquier amenaza
Im-po-si-ble. Por tres veces esas cuatro sílabas retumban al otro lado del teléfono. ¿Hacer una visita? Imposible. ¿Tirar unas fotos? Imposible. ¿Entrevistar a algún responsable? Imposible. El interlocutor percibe que el periodista está a punto de arrojar la toalla y colgar, y se disculpa en tono amable por tantos imposibles. «Todo es por seguridad, pero es que además con lo de ‘La casa de papel’ esto es un bombardeo de llamadas». ¿La casa de papel? Pues sí. En la tercera temporada de la exitosa serie de Netflix, el profesor y su banda asaltan la cámara acorazada del Banco de España donde se guardan las reservas de oro del país. De ahí el súbito interés por conocer este inexpugnable búnker (posiblemente no haya un lugar tan impenetrable en España), donde nuestro banco central almacena miles de lingotes del preciado metal. A la natural curiosidad que ha suscitado la ficción se suma que el oro es noticia por la compra masiva en la que se han embarcado varios países (China y Rusia, entre otros) como valor refugio ante la inestabilidad económica que se avecina. Por algo dicen que el oro es el activo más seguro y rentable, y el preferido por muchas grandes fortunas para invertir su dinero cuando otean tiempos convulsos. Y la amenaza de recesión ha disparado su precio. Una onza troy (31,1 gramos) se cambiaba ayer a 1.374 euros (44.210 euros el kilo), el 30% más que el precio de venta hace un año. Con el valor del oro ‘in crescendo’ cabe preguntarse si los lingotes públicos duermen a buen recaudo en esa bóveda blindada bajo la diosa Cibeles o si, por el contrario, ofrecen la vulnerabilidad que refleja la serie de las máscaras de Dalí. Lo cierto es que, en sus 83 años de historia, nadie ha saqueado la cámara del oro del Banco de España, un fortín sepultado a 35 metros bajo tierra (el equivalente a siete plantas) cuyo acceso es una infranqueable sucesión de puertas acorazadas, cámaras de seguridad, sensores, espejos… y hasta una trampa de agua, aunque no exactamente igual que la que aparece en ‘La casa de papel’. Nunca jamás nadie ha entrado allí sin autorización. Y los pocos que han pisado el críptico enclave parecen haber sellado un pacto de sangre para no decir ni media palabra.
Pero vayamos por partes. O mejor dicho, vayamos a por los lingotes de oro puro de 24 kilates que se almacenan allí abajo, que, por cierto, no son todos los que conforman las reservas. El Banco de España posee a fecha de hoy 9,1 millones de onzas troy (la unidad que mide el peso y el valor de los metales preciosos), que equivalen a 283 toneladas distribuidas en unos 22.600 lingotes, valorados en casi 12.600 millones de euros (algo más de 550.000 euros cada uno). Solo una parte de esa cantidad (el Banco de España no precisa el dato porque «no es público», ¡otro imposible más!) se custodia en la cámara de su sede central de la calle Alcalá, uno de los edificios más representativos de Madrid con ese reloj casi tan icónico como el de la Puerta del Sol. El resto de los activos se encuentran depositados en el extranjero, en Basilea (en el Banco Internacional de Pagos), en Londres y al abrigo de la reserva federal del mítico fortín militar de Fort Knox, en Kentucky, el mayor almacén de oro del mundo. España, por cierto, no custodia en su territorio lingotes de otros países.
A tenor de las fuentes consultadas, el tesoro del Banco de España no deslumbra tanto por el brillo del metal (no tan refulgente como cabría esperar) sino por la perfecta alineación de los miles de lingotes (se ha publicado que en torno a unos cinco mil, pero no es una cifra oficial) de oro puro y con forma de trapecio apilados de cinco en cinco en unas estanterías diseñadas por el mismísimo Eiffel.
Cada lingote de oro puro pesa 12,5 kilos y su valor ronda los 550.000 euros
Cada lingote pesa doce kilos y medio y, como aseveran los expertos, «son imposibles de levantar del suelo con una sola mano, salvo que estén colocados de forma invertida». Lo cuenta una persona que ha sostenido uno de estos bloques macizos en las palmas de sus manos y que esboza una pequeña sonrisa cuando se le recuerda una escena de ‘La casa de papel’ en la que una atracadora (‘Nairobi’, papel interpretado por Alba Flores) sujeta dos lingotes con los dedos y se los lleva a las orejas como si fueran pendientes. «No hay forma de alzar casi trece kilos de oro con dos dedos», apunta nuestro informador, que añade un detalle curioso y revelador del lastre de los lingotes: los operarios que cada cierto tiempo los manejan para quitar el polvo o recolocarlos en los estantes lo hacen protegidos por un calzado especial, unas botas recubiertas de metal para amortiguar el impacto en el hipotético caso de que uno de esos lingotes se les escurra de las manos y les golpee el pie.
El oro
- 283.000 kilos
- A ese volumen ascienden las reservas de oro del Banco de España, cuyo valor se aproxima a los 12.590 millones de euros. Sólo una pequeña parte de los lingotes se encuentra en la cámara del edificio madrileño.
- 18
- Es el porcentaje de las reservas del Banco de España que está en lingotes de oro. El resto, hasta 67.600 millones, está en divisas, derechos especiales del FMI, etc. El banco nunca ha revelado cuántos kilos de oro almacena en los sótanos de su sede central de la calle Alcalá, junto a la Cibeles.
- Una cámara de ficción
- La cámara del oro ha sido reproducida con más o menos acierto en la tercera temporada de ‘La casa de papel’. En la ficción, la cámara se inunda e incluso los atracadores bucean en ella. Si bien lo realmente inundable es el foso que antecede a la misma. La sede del banco tampoco es la real en la serie. Los productores eligieron el conocido complejo de Nuevos Ministerios, en el Paseo de la Castellana.
La historia de esta especie de templo acorazado que custodia el oro español está vinculada a las obras de ampliación del Banco de España llevadas a cabo entre 1929 y 1936, y que dirigió el arquitecto navarro José Yarnoz Larrosa. Concretamente en la bóveda subterránea trabajaron 260 obreros en tres turnos durante dos años y medio. El coste aproximado fue de nueve millones y medio de pesetas. La inauguración tuvo lugar poco antes del inicio de la Guerra Civil. De su excepcional blindaje, a base de hormigón armado y cemento fundido, da buena cuenta el hecho de que durante la contienda sirvió como refugio contra los bombardeos a las familias que entonces habitaban el edificio del banco.
Dos arroyos subterráneos
La cámara se encuentra a 35 metros de profundidad y su superficie es de 2.500 metros cuadrados, que con el ancho de los muros que separan las salas se quedan en unos 1.500 metros. Su diseño está inspirado en la de la Caja Postal de Viena, construida en 1912 por Otto Wagner, considerado el gran arquitecto de la capital austriaca.
Dado que se abrieron de par en par las entrañas del Banco de España para construir en sus cimientos, las obras requirieron minuciosos estudios geológicos. De hecho, el edificio está erigido sobre el curso natural de dos arroyos, por lo que fue necesario entubar y desviar las aguas presentes en el subsuelo, a 25 metros de profundidad, y que presionan las paredes de la cámara. El caudal corresponde a los arroyos subterráneos de ‘Las Pascualas’ (que discurre casi a nivel de superficie del Paseo de la Castellana) y de ‘Oropesa’, que es el mismo que nutre a la fuente de La Cibeles.
Ese aporte de agua alimenta un aljibe que ha dado muchísimo juego para cebar las leyendas urbanas sobre la seguridad del banco y hábilmente explotadas en la serie de Netflix. Y es que por aquellas insondables cavernas de acero y tecnología existe un mecanismo de emergencia que permitiría inundar el foso de acceso a la cámara (no la propia cámara, como sucede en la ficción) liberando el agua guardada en el depósito para tal fin. En sus 83 años de existencia, este sistema jamás ha sido activado. Pero la imagen en una pantalla de miles de lingotes de oro hundidos en el agua era demasiado potente como para no recrearse en ella. «Es algo que sólo podría ocurrir en la ficción. Los lingotes nunca se mojarán», sostienen las fuentes consultadas.
En todo caso antes de llegar a ese foso hay que salvar una colosal puerta acorazada, que desanimaría al propio Albert Spaggiari. Fabricada en Pensilvania por la empresa Cofres York, pesa 16 toneladas y media. Por si fuera poco hay otras dos puertas más de 14 y 9 toneladas respectivamente. Todas son de acero pero no inoxidable, por lo que se mima su mantenimiento de manera que siempre permanecen cubiertas de una fina capa de vaselina para evitar que se oxiden y garantizar así el perfecto encaje de los puntos de anclaje.
La mayor de las puertas, la única con forma circular, sólo se abre con dos claves y dos llaves que guardan el cajero del banco y el interventor. Tras ella hay un ascensor que desciende a 35 metros de profundidad. Una vez abajo, hay que cruzar un pequeño puente retráctil que atraviesa el famoso foso ‘inundable’ y da acceso a la cámara del oro, donde también se guarda otra joya: la colección numismática del banco, cerca de medio millón de monedas, entre ellas dos estáteros de oro de Alejandro Magno y su padre, con 2.300 años de antigüedad, así como un maravedí de oro de Fernando II de León y Galicia (siglo XII) y doblones, también de oro, de las Casas de Austria y de Borbón.
Al margen de las puertas, hay rejas de seguridad, un extenso despliegue de sensores y demás medios tecnológicos. Y otra curiosidad, el pasillo de acceso a la cámara dispone de un sistema de espejos que delataría a los intrusos. Quizás por eso, cualquier atisbo de asaltar el oro nacional quedaría reducido al sueño dorado de un espejismo.
Fuente: laverdad.es